Crónica del Venezolano Gourmet.

¡Hola! Pues, hoy les traigo una crónica mia, escrita para la clase de Periodismo II (la gente culta debería saber que estoy estudiando comunicación social) y que me pareció merece ser publicada para que futuras generaciones s edeleiten con mi escritura. Si, lo sé, mi ego es sobrehumano pero, este es mi Blog y se hace lo que yo digo xD


Venezolano Gourmet


La ciudad de Caracas es un emporio gastronómico. Y no lo digo sarcásticamente, aunque así lo parezca, realmente lo considero así. Hay muy pocas calles de la ciudad de Caracas que no posean en una de sus esquinas, un puestito de perros calientes, de falafel, de arepitas de queso o de pinchos. Incluso, hay calles donde podemos encontrarnos con los 4 de un solo golpe. ¿Tiene el venezolano tanta urgencia por comer, que no tiene tiempo de meterse en un restaurante o de esperar por llegar a su casa? Parece que si.

Hace una semana, cuando pensaba en el tema de una posible crónica, decidí que este tema era bastante particular y me aventuré a escribir acerca de al menos una de estas delicias exóticas y antihigiénicas. Aún así, el temor de que posiblemente me estaba comiendo un perro callejero, de que el falafel fuese en realidad el fin de la vida de un triste gato o de que el queso de las arepitas no fuese precisamente de vaca, me mantuvo renuente a acercarme a dichos alimentos, por lo que fui a por lo seguro: un buen perro caliente en la avenida Baralt. El 90% de las personas que conozco se ha comido como mínimo un perro caliente en la calle, y el otro 10% miente al decir que no. Ya sea el delicioso olor de las muchas salsas mezcladas, una tarde particularmente cansada en la que nos encontremos muy hambrientos o simplemente el deseo de arriesgarse a hacer algo diferente y peligroso, todos hemos cedido ante la tentación de dicho alimento, si es que se le puede considerar alimenticio.

Al llegar al puesto, lo primero que uno se pregunta es cuantas moscas puede estar criando el señor de los perros, porque allí debe haber mínimo mil. Pedí mi orden y me la dieron en 1 minuto con 30 segundos, ganándome la mirada de odio de la señora que tenía 5 minutos gritándole al perrero lo que quería. Lo pedí sencillo, puesto que no tenía mucho dinero, aún así parecía que el pobre pan no daba para más. Una capa de 4 tipos de salsas distintas, queso amarillo, queso blanco, papas, cebolla, lechuga y una pizca de sal ocultaban a la salchicha que se encontraba debajo, y realmente llegué a dudar de que estuviese allí.

Cuando intenté morder mi almuerzo, un 70% de todo lo que había encima fue a parar en los zapatos de la señora que estaba a mi lado, haciendo que su odio hacia mi se incrementara. A pesar de que sería más fácil comérmelo así, por inercia comencé a forrarlo de nuevo con todos los aditivos que estuviesen a mi alcance. Al final estaba mas grande que al principio, pero sin duda alguna mucho mas apetitoso. Poco a poco iba comiendo y pasando los bocados con una Malta, mientras observaba las expresiones de las personas a mi alrededor y me percaté de que la mayoría sigue un patrón establecido. Primero, la cara de culo al llegar al puesto, como si estuviese allí por obligación, más que por hambre. Luego, a la hora de pedir el perro, alzan la voz y la ponen más gruesa, como si estuviesen en la recluta o su masculinidad (en el caso de los hombres) estuviese en juego.

Al poco tiempo, cuando les entregan su pedido, es cuando se les cae la fachada de chicos malos. La cara de felicidad, hambre y desesperación que ponen cuando agarran su perro no es normal, y la mirada es digna de un paciente de psiquiátrico recién escapado. Cuando comencé a percatarme de cómo comían, no pude evitar sonreír. Cuando se llevan el perro a la boca abren los ojos como si su vida dependiera de ellos, expresando así la dificultad de darle un mordisco sin que todas las salsas te queden en la nariz. Después está el típico ritual de morder, limpiar, beber. Ese no lo pela nadie que se haya podido costear la bebida, ni siquiera yo. De alguna manera terminas salpicado de salsa, sea de tu propio perro caliente o no. Y al terminar, el eructo oculto detrás del puño es fijo, y de pronto la cara de satisfacción vuelve a su primer estado, la cara de culo.

Pagas y te vas, con la boca como una trompa de cochino, aún sabiendo por dentro que disfrutaste cada segundo de tu almuerzo y que, si tu bolsillo pudiese costeárselo, te habrías comido otro.

4 Babosadas:

Ralkm dijo...

Yo no pongo cara de culo.... porque me crié al lado de una calle del hambre, literalmente, y desde enana aprendí el protocolo que hay que seguir para que el perrero te atienda como debe ser.

Ahora, de la baralt? Tienen demasiado humo. Los mejores son los de la ucv, o los de plaza venezuela; ésos son los hotspots de la gastronomía expresa

Falco "Zap" Black ------------------------- dijo...

Si, pero yo me fui con la plebe, el perraje, que lo llaman xD Pero en serio, la cara de la señora fue un poema xD

RAZ dijo...

Uy yo tenia años que no pisaba uno de esos territorios, mas o menos desde que tenia 16 y el otro dia en Altamira por razones ajenas a mi voluntad estaba en ese lugar muriendo de hambre y lo unico cercano era un puesto de estos por lo cual me acerque y pedi una hamburguesa vegetariana (pq soy vegetariano pes) y se me quedaron viendo con cara de "este loco..." pero me lo prepararon y seguro que ellos fueron mas felices ya que me cobraron lo mismo y se ahorraron la "carne" pero weno si, debo aceptar que comi en un lugar de esos =/

SantoFunk!+Tony El Tigre dijo...

Perraje? Hey! Búscate tu término propio, te dejo que uses "la prole" que también es despectiva. No te voy a volver a decir que esta fina porque ya te lo había dicho -aunque te lo estoy diciendo otra vez- ahora más bien lánzate una crónica nueva asì no sea para la uni.